De Que Murió Guillermo Buitrago
Ventura Díaz, un talentoso juglar originario de El Difícil, plasmó en su música un dolor profundo y justificado. Durante muchos años, su identidad permaneció oculta, ya que sus composiciones se atribuían a otros artistas, quienes se apropiaban de su obra sin reconocer su autoría.
El Difícil, un corregimiento del Magdalena grande, era un lugar aislado y de difícil acceso. Las vías eran precarias y el transporte se limitaba a mulas o burros, ya que ni siquiera los caballos podían transitar por el barro espeso que cubría los caminos. Este entorno rural, marcado por la pobreza y el aislamiento, fue el hogar de Ventura Díaz.
El nombre del pueblo, El Difícil, reflejaba las duras condiciones de vida de sus habitantes. En una de las casas más humildes y desamparadas de la zona, nació Ventura Díaz. Su infancia estuvo marcada por la escasez y las dificultades propias de la vida en un lugar tan inhóspito.
A los ocho años, Ventura sufrió una tragedia que marcaría su vida para siempre. Una epidemia azotaba a los niños de la región, y en un intento por combatirla, se utilizaba un remedio a base de suero fisiológico. Sin embargo, un fatídico error de su madre cambió el curso de su vida. Confundió un frasco de ácido fénico, utilizado como desinfectante, con el remedio. El ácido, en su forma pura, destruyó parte del rostro de Ventura, dejándolo desfigurado.

El ácido no solo afectó su apariencia física, sino que también dejó una profunda cicatriz en su alma. Ventura pasó días, semanas y meses lidiando con el dolor físico y emocional. Aunque sus heridas físicas eventualmente sanaron, las del alma permanecieron, afectando su vida de manera significativa.
En busca de consuelo, Ventura encontró refugio en la música. Le pidió a su madre un viejo acordeón, uno de los muchos que los juglares dejaban abandonados en el pueblo después de alegrar las fiestas de los terratenientes adinerados. Con ese instrumento en sus manos, Ventura se sumergió en el mundo de la música, olvidándose del dolor y las dificultades que lo rodeaban.
Con el paso del tiempo, Ventura no solo dominó el acordeón, sino que también aprendió a tocar todo el repertorio de los juglares de su región. Se destacó especialmente en las composiciones de Pacho Rada, conocido como ‘El tigre de la Montaña’, un ícono viviente de la región y pariente cercano de Ventura.
Cuando Ventura alcanzó la maestría con el acordeón, comenzó a componer sus propias canciones. Entre sus creaciones más destacadas se encuentran ‘Campos florecidos’, que más tarde fue atribuida a Toño Salas, y su inmortal ‘Grito vagabundo’, grabada por Guillermo Buitrago como si fuera de su autoría.
Gracias a la labor de investigadores del folclor, como Julio Oñate Martínez, la verdadera historia de Ventura Díaz ha salido a la luz. Oñate Martínez, un notable compositor, historiador y escritor valduparense, ha documentado cómo los artistas de la Costa Caribe se apropiaban de las canciones de compositores anónimos como Ventura Díaz, Adriano Salas, Leandro Díaz y Pacho Rada, entre otros. En algunos casos, esta apropiación se hacía sin mala intención, pero en otros, de manera impune.
La historia de Ventura Díaz es un testimonio del talento y la resiliencia de aquellos que, a pesar de las adversidades, encuentran en el arte una forma de expresión y consuelo. Su legado musical perdura, recordándonos la importancia de reconocer y honrar a los verdaderos creadores detrás de las obras que tanto apreciamos.
